(Este post recoge mis ideas personales como mujer que se enfrenta a la maternidad en pareja, sin familia extensa disponible y contando los dos con trabajo remunerado. Seguro que no refleja otras muchas circunstancias familiares, pero espero que podáis sacar algo de provecho incluso aunque no os identifique)
Cuando supe que estaba embarazada se lo comuniqué muy pronto a mi jefe. Antes de lo que me habría gustado: necesité explicar que me estaba sometiendo a un tratamiento FIV para justificar el parón de los viajes y mis citas médicas imposibles de predecir para los controles, punción y transferencia. En cuanto supo la noticia, empezamos a planificar mi ausencia tras el parto, así que igual de pronto nos vimos forzados, parejo y yo, a dilucidar cómo sería nuestra organización para atender al pollito cuando naciera.
Buscaba información en la red y todos los artículos que encontraba sobre "conciliación" (entrecomillo solo una vez para indicar qué poco me gusta esta palabra y cómo se suele usar) mencionaban la labor insustituible de los abuelos, su papel relevante en la vida de los niños, las ventajas de contar con ellos frente a la guardería infantil. Incluso en libros escritos por prestigiosos pediatras, las abuelas (mujeres, por supuesto) como primera opción de cuidado. Indagaba, leía experiencias personales, y siempre el mismo discurso: los abuelos son un pilar fundamental, un pozo de sabiduría familiar, son los que se suelen encargar de los niños, ayudan incluso económicamente, su intervención en la crianza es primordial y hasta (supongo que en casos muy puntuales y sangrantes) los jueces reconocen sus derechos a visitas y pernoctas en vacaciones. Su retrato también es único: abuelos pacientes y cariñosos, que leen cuentos y juegan con sus nietos, que aportan seguridad y bienestar.
Como anécdota, más de un compañero de trabajo me preguntó si contaba con los abuelos cerca antes de interesarse por los planes de conciliación de mi chico.
Ninguno de esos artículos reflejaba mi realidad, ni como nieta que he sido ni como madre en ciernes que soy. No niego que sea una estampa cotidiana en muchos hogares, pero no es la nuestra en absoluto y tampoco la de muchas parejas, mujeres o familias que conozco, que por los motivos que sean, no cuentan apenas o no desean contar con ayuda de parientes para organizar su logística familiar. No estamos solos, aunque no se hable de nosotros ni parece que se nos considere demasiado en el relato oficial. Y por eso he querido escribir este post, porque me parece necesario dar visibilidad a otras realidades comunes, explorar la escala de grises que abarca desde que el que no puede contar con los familiares cercanos porque simplemente no están o el sostén es a la inversa, de padres a abuelos, el que goza de un apoyo puntual en caso de eventualidad grave (como una hospitalización) al que cuenta a diario con abuelos con plenas capacidades y ganas de cuidar a los nietos.
Quizá sea yo quien esté confundida, pero permitidme que dude que todos los abuelos tengan la disponibilidad, la disposición y la capacidad de hacerse cargo de los cuidados que requiere un bebé o un menor.
No, no todos los padres contamos ni contaremos con abuelos que nos traigan los táper a casa o nos laven la ropa del bebé, se ofrezcan para quedarse con los retoños un fin de semana por si nos apetece avivar la llama del amor de pareja o salir al cine un viernes por la tarde, ni nos recojan a los críos de cole y los lleven a clases de música. No, y repito, no somos los únicos que nos planteamos la crianza sin ayuda de la familia extensa. Se me hace necesario decirlo y dejar de parecer invisible, porque quizá si habláramos más alto, nos encontraríamos con personas en situaciones parecidas en las que podamos apoyarnos y tejer redes para contar los unos con los otros.
Las razones por las que unos padres se enfrentan a la crianza sin familia extensa son tantas como familias hay. Se me ocurren las siguientes, quizá tu circunstancia sea otra que he olvidado listar o tal vez una mezcla de varias como es mi caso:
- Ausencia: tal vez los abuelos ya no estén, hayan fallecido. O no estuvieron en tu infancia, no ejercieron de padres, no conociste a alguno de ellos. Lo siento.
- Lejanía: no solo vivir en el extranjero, sino en distintas Comunidades Autónomas, en ciudades diferentes o en la misma ciudad con mala combinación de transporte.
- Salud: quizá los abuelos son los que necesitan cuidados o ya están sobrepasados atendiendo a los bisabuelos u otros familiares enfermos.
- Falta de disposición: hay abuelos que no desean asumir el encargarse de sus nietos a diario. Otros tienen unos planes diferentes para su jubilación. Están en su derecho.
- Falta de disponibilidad: aunque quisieran y estuvieran dispuestos y cerca, puede ser que trabajen. También podría darse el caso de que vuestras necesidades de horarios sean complicadas de compaginar con su vida. Quizá ves que están sobrevalorando sus aptitudes y sepas que, en el fondo, cuidar del nieto va a ser una carga demasiado pesada. O que tengas que compartir el cuidado de tu hijo/s con el de otros nietos y al final veas que eso va a causar fricciones, tensiones innecesarias o una organización imposible para el abuelo en cuestión.
- Disparidad de criterios: tal vez no compartas los mismos valores que tus padres. O no confíes en ellos. O vuestra forma de entender la crianza sea muy diferente en puntos clave. O tu hijo tenga unas necesidades especiales que los abuelos son incapaces de atender.
- Mala relación: si tu relación con tus padres es distante, normal que no te plantees involucrarles demasiado en la crianza de tus hijos.
Mi experiencia en el embarazo
He vivido el embarazo con la ausencia de mi madre, que murió cuando tenía 18 años. En el segundo trimestre, hubo unos días en los que pensé mucho sobre cómo serían las cosas si ella estuviera aquí: echaba de menos a una madre, a una mujer que se preocupara por mí como hija, me entristecía pensar que no puedo averiguar apenas nada sobre el tramo de mi infancia que no recuerdo, ni nadie va a defender mi parecido con el bebé, porque esa línea de la estirpe está rota, empieza en mí.
Ojalá no hubiera sido así, pero no está en mi mano cambiarlo. Tengo que mirar para adelante y crear mi historia y mis tradiciones, ser raíces y alas y todo, el inicio de la historia soy yo.
Por lo demás, ya sabes que he tenido la fortuna de un embarazo tranquilo en el que no me he sentido ni vulnerable ni insegura, ni he buscado el consejo de los demás, porque me apetece descubrir lo que está por venir y porque tengo la certeza de que, mejor o peor, con mis aciertos y errores, voy a ser capaz de criar y atender a mi pollito. Y habla alguien que nunca ha sostenido un recién nacido en brazos, ha cambiado un pañal o ha empujado un carro. Esta es nuestra aventura y nuestro camino, es a nosotros a quien nos corresponde sorprendernos y recorrerlo.
Para la organización de las compras del bebé (lo menciono porque por lo que leo parece relativamente habitual contar con ayuda y participación familiar también en este tema) la verdad es que nosotros hemos intentado simplificar mucho y no volvernos locos. Como padres primerizos y sin nadie de quien podamos heredar o aprovechar, e igualmente y siendo realistas, sin esperar regalos ni contribuciones, hemos hecho una una lista de lo que consideramos imprescindible para el primer mes (que es más bien poco, ya te lo advierto) y comenzaremos a hacernos con ello ahora en rebajas. Al final, la ropa creemos que ya casi nos sobra con lo que hemos ido comprando en distintas ofertas durante el embarazo, confirmaremos cuando nos pongamos a lavar y clasificar. El resto, tanto de prendas como de objetos que muchas personas tienen desde el principio (sí, me refiero a cosas que generalmente se consideran tan básicas como chupetes, biberones, sacaleches, carro de paseo, cuna, trona, manta de juegos, hamaca...) lo iremos comprando (o no) a medida que el peque lo vaya necesitando, nos vayamos conociendo y podamos concretar qué es realmente necesario.
Cómo hemos pensado organizarnos para el parto y postparto
En cuanto al parto, tenemos claro que queremos estar solos parejo y yo, y que nuestra prioridad es darnos tiempo para recibir a pollito. Por eso hemos buscado un hospital y un equipo con unos protocolos en línea con este deseo, en el que podremos hacer un piel con piel largo y sin interrupciones si no surge ninguna complicación. No sé cómo nos sentiremos, ni cuánto de cansada estaré, si nos apetecerá o no compartir rápido nuestra experiencia o reposarla, pero vamos a respetar nuestros sentimientos y permitirnos ser nuestra prioridad. Los protagonistas de los primeros momentos con pollito seremos nosotros tres y nos pondremos por delante de las convenciones sociales y los deseos ajenos.
Soy consciente de que el postparto puede ser una bofetada en toda la cara con la mano abierta. Anticipando que habrá muchas cosas que no hayamos previsto, esto es lo que estamos haciendo o hemos pensado hacer, y los consejos que me atrevo a dar:
- Hablar mucho antes entre nosotros sobre lo que puede ocurrir, cómo nos podemos sentir y cómo nos podemos apoyar
- A veces las personas de más cercanía emocional, no son las de parentesco más estrecho. No tengas vergüenza si es cómo te sientes. También es normal que quizá para un tema concreto estés más cómoda con ciertas personas que no son precisamente cercanas. Compártelo, ve diciéndoselo: "temo el posparto, quizá me sienta sola y desbordada. Contar con mi familia cercana no es posible, quiero que sepas que tal vez te llame y te pida ayuda y agradecería mucho que estuvieras ahí, porque creo que eres alguien que me puede aportar de este modo". No hay nada malo en pedir lo que necesitas. Hazlo.
- Cocinar: ya tengo una alarma en el móvil programada para la semana 36. Vamos a cocinar y congelar todo lo que podamos las últimas semanas para no tener que preocuparnos por eso. Si no podéis hacer raciones de más, dedicar tiempo a los fogones o el parto de adelanta, y vivís en un sitio con oferta hostelera, ten a mano los teléfonos de los restaurantes que sirven comida a domicilio o que tienen menús caseros saludables y económicos para llevar. No cuentes con que nadie tenga la genial idea de cocinar para ti, mejor intentar ser lo más autónomos posible si lo organizáis con antelación.
- Contratar ayuda: si te lo puedes permitir, unas horas a la semana de limpieza son milagrosas. Valorad el coste económico y el emocional y tomad una decisión: quizá ese dinero sea una buena inversión durante una temporada para sentir que está todo bajo control. Te digo lo mismo que con la comida, por si acaso no contéis con manos altruistas dispuestas a haceros la colada o pasar la aspiradora.
- Buscar grupos de apoyo o actividades sencillas que quieres hacer: por ejemplo, yo temo verme muy sola cuando parejo se incorpore al trabajo después de su baja. Sé que escasearán las visitas y las ayudas, e imagino que 10 horas sola en casa con un bebé pueden ser complicadas. Por eso ya he localizado el grupo de lactancia de mi barrio, el grupo de gimnasia postparto que suelen hacer en el hospital en que pariré, estoy atenta a las actividades compatibles con un bebé pequeño que se anuncian en los centros culturales, de salud o biblioteca municipal, y haré una lista de paseos y actividades sencillas que veo factible hacer con un bebé en primavera en Madrid. A lo mejor no hago nada de lo que voy viendo, pero me tranquiliza conocer las opciones de antemano y saber que tengo a quién recurrir si la soledad acucia.
¿Y después, qué pasará cuándo me incorpore al trabajo?
Creo que en todas las parejas hay que hablar mucho y considerar muy bien cómo nos queremos organizar cuando las obligaciones laborales llamen de nuevo a la puerta. Si sabes que no vas a contar con ayuda gratuita externa, todavía tienes que tenerlo todo mejor atado. Las opciones son vuestras y se tienen que adaptar a vuestras circunstancias lo mejor posible: desde abandonar el trabajo (o que te lo hagan abandonar, que no siempre se decide), reducciones de jornada, excedencias, guarderías, cuidadores en casa, madres de día, combinaciones de los anteriores...
Nosotros aquí aún no lo tenemos todo 100% claro, preferimos esperar a conocer a pollito y ver cómo nos sentimos. Lo único casi seguro es que entre baja, vacaciones y una corta excedencia, espero poder estar un mínimo de casi 7 meses con el peque. Después, está aún por ver cuál será nuestra opción de organización, partiendo de 3 premisas no negociables para nosotros:
- Somos un equipo. Entendemos que a los dos nos corresponde aportar financieramente al hogar y ocuparnos de su cuidado y del cuidado de sus miembros en la medida de nuestras circunstancias, pero sin usarlas como escudo o excusa para eludir nuestras responsabilidades. Tenemos que remar a una. Si alguno renunciara a su trabajo temporalmente para dedicar más tiempo a la parcela de cuidados, no puede verse desprotegido económicamente y habrá que buscar fórmulas para reducir su vulnerabilidad: seguros de vida, planes de pensiones privados... son parte del coste de esta opción y han de tenerse en consideración, así como un plan a medio plazo de reincorporación o búsqueda de nuevos horizontes profesionales. A los dos nos hace felices a día de hoy la idea de tener una actividad remunerada y compartir la crianza, es como nos sentimos cómodos en el medio y largo plazo.
- Las decisiones se consensúan y son revisables. Cada poco tiempo tocará hablar de nuestras necesidades y deseos y ver la forma de encajarlos con nuestras responsabilidades y la realidad en la que vivimos. Por ejemplo, si optamos por continuar ambos trabajando a jornada completa, pero más adelante uno se siente sobrecargado porque la presión en el trabajo aumenta, prometemos escucharnos, intentar buscar soluciones viables que nos hagan relativamente felices a todos y ser flexibles para adaptar nuestros planes iniciales.
- Al menos tenemos que tener un cuidador de confianza para casos puntuales y que pueda cubrirnos en los imprevistos. Sin nadie que pueda salir a nuestro rescate ante una urgencia, sería muy incauto pensar que nunca nos hará falta un cable. Cuanto antes lo encontremos y podamos irnos conociendo, mejor. Ya el uso que podamos/queramos hacer del cuidador dependerá de nuestros acuerdos y necesidades y, sí, del dinero que podamos emplear para externalizar esta labor. Quizá tengamos suerte y algún miércoles pueda quedarse con el peque para que podamos ir al cine, o esos serán lujos asiáticos y mejor concentrarnos en que el cuidador pueda estar disponible cuando me toque viajar por trabajo y parejo tenga que seguir pegándose madrugones para estar a tiempo en el suyo.
¿Y vosotros? ¿Cómo os apañáis sin tribu? ¿Qué os preocupaba cuando pensábais en conciliar y cómo fue la realidad que os encontrasteis?