miércoles, 6 de junio de 2018

Que deje ya de llover, leñe

El mes de mayo se me ha hecho bola. De principio a fin, casi ni un maldito día de respiro. 

Aquí la reina del "no-postparto", de la lactancia exitosa contra todo pronóstico, de la bebé eterna y diminuta que tímidamente empieza a acercarse a percentiles. La misma que si lloró fue solo de alegría y como mucho de cansancio extremo cuando volvió a casa con una peque en la UCI, una cicatriz que aún dolía que te cagas y cero tuppers en la nevera. Pues esa, esa se ha pasado un mes de mayo sufriendo en la noche.





No sé si es porque la cría ya dice "oas" y "aos", porque se ha empezado a reír a carcajadas y a chapotear en el agua del baño, porque ha hecho la croqueta tres veces o porque me he terminado de volver lerder y ya no hay retorno. Pero se me ha subido fuerte la maternidad a la cabeza, han girado la ruedecilla del volumen y me está atronando. 

Lloro de emoción muchas veces. Me parece increíble ser su madre, que ella sea ella. El tiempo vuela a su lado, jamás había estado tan tranquila y relajada como en mi baja de maternidad. Quiero grabar a fuego su cara cuando termina de mamar y la poso en la cama, los ruidos que hace cuando está completamente dormida y la tenemos que mover o cambiar un pañal y apenas se despierta, cómo mueve contenta las piernas al ver su sonajero del gatito Pancho, su forma de reptar y "hacerse la chulita", que le digo, cuando le doy un masaje por las mañanas y recorro su cuerpecillo de pecho a piernas, apretando un poco más fuerte la barriga. 

Por favor, por favor, que no crezca nunca. Así en plan egoísta.

Y en medio de toda esta vorágine de alegría desmedida, emerge mi lado más fuerte y sereno, el que afronta las despedidas y los reencuentros inesperados con una entereza diga de admirar. No sé de dónde estoy sacando la integridad y las ganas, por mencionar lo divino y lo terrenal, de situar a quien nunca ha estado, de comenzar por vez enésima la historia que empieza y acaba en nosotros. Mucho se habla del nuevo lugar que ocupan los padres en el universo familiar cuando estos se convierten en padres y muy poco de cómo se recoloca lo inexistente, del peso de las ausencias y de los papeles (y enormes dudas y dualidades) que se asignan a quien hace tiempo, por los motivos que fueran, dejó de participar en la función. 

Ya saben, los efectos colaterales de criar sin tribu

Lo bueno de todo esto: que he dejado la casa como una patena. Metafóricamente hablando, claro, que en lo real se nos acumulan las lavadoras, nos quedamos sin bodies y a la cría le ponemos el pijama a lo comando. 

Y que ya es junio, y en nada está aquí Decoracción, y llegan los aniversarios: tres años desde que cambiamos el chiquipueblo por la granciudad, un año de nuestro tratamiento de infertilidad, treintaytrés años y medio siendo una persona altamente sensible y yo sin saberlo. Y con un par de bemoles, manteniendo intacta la esperanza de poder tomarme un vermú en alguna terraza en cuanto deje de llover. 

Aguantando el chaparrón para ser más precisos.