lunes, 27 de noviembre de 2017

Por qué siento que hablar sobre infertilidad no ha servido de nada

Ando mari intensita, intentando filtrar y centrarme en lo que importa. Habrá quien salte enseguida con el manido "eso son las hormonas", que por cierto, hala, ya lo suelto, me toca bastante la moral porque que yo sepa no he perdido ni el juicio ni el discernimiento, solo estoy preñada. Que sí, habrá mujeres que lo acusen especialmente y habrá las que no, pero en ninguno de los dos casos me he vuelto en de repente una lerder total. No más que antes, me refiero.

El asunto es que desde hace unas semanas, a raíz de un par de comentarios tremendamente desafortunados de dos personas que conocen los pormenores de mi tratamiento de fertilidad, me llevo preguntando para qué me ha servido contar que estábamos teniendo problemas para conseguir un embarazo y/o contar que pollito es fruto de una FIV.




Y la conclusión es: en general, absolutamente para nada. Como mucho, para desahogo propio en alguna conversación que se estaba yendo de madre.

Nunca he ocultado mis problemas si la persona que tenía en frente metía el dedo en la llaga, por desconocimiento o mala leche. Que hay mucho de los dos. Algunas veces he necesitado desahogarme o he tenido un día horribilis, y proactivamente he decidido explicar que no estaba pasando una buena racha y los motivos. Ahora que estoy embarazada, con bastante naturalidad, lo vamos comentando si surge la ocasión. Con la idea de concienciar un poco o por si alguien al otro lado está en una situación jodida y puedo ayudar en algo.

¿Ha cambiado algo en mi entorno? Rotundamente no. Los que hacían comentarios desafortunados o ignoraron totalmente nuestra historia, lo siguen haciendo: hablan de hermanitos (aquí se me corta hasta la respiración del susto), relajaciones, "nunca se sabe", "eres joven", "es que ahora lo queréis tener todo y queréis los hijos muy tarde", adopciones, "pues yo conozco a alguien que..." y demases. Creo que unas clases de estadística básica sufragadas por el gobierno a modo de refresco a la población no estarían mal.  

O lo peor, también te puede tocar el experto en frivolidades relacionadas con los procesos de reproducción asistida, y sin filtro, se explaye contigo con temas como la elección de sexo o de fecha para someterse al tratamiento en función de cuándo quieres parir. Esto ya no sé ni cómo clasificarlo, porque si vamos a sacar estudios sociológicos viendo telecinco en prime time, pues vale. Los hay que ignoran completamente que un tratamiento es un chute hormonal serio, muchas noches previas de angustia, una anestesia general de por medio y una desanestesia emocional que se inicia en el mismo momento en el que descubres que eso que les pasa a los demás, a ti no. Que los resultados a la primera son los menos y que sí, la hay, hay quien abandona la carrera porque ya no le queda salud, o fuerzas, o dinero o ninguna de las tres.

Ah, y no falta quien hace bromas de mal gusto sobre otros delante de ti: "se le va a pasar el arroz", "es que no vale para tener hijos", "a ver si es que van a necesitar una ayuda, jurjurjur"... o sin pudor ninguno menosprecian a las parejas sin hijos, que te dejan pensando de qué irá exactamente la conversación cuando abandones la mesa, si hay huevos a pirarte, claro. O los que directamente se frotan con fruición por el arco del triunfo tus tres años largos de búsqueda y sufrimiento, tocar fondo y levantarte una vez y otra y otra como podías; ellos pretenden borrarlos de un plumazo y ahora te consideran parte de una especie de club honorable de rango superior, porque ahora sí, ahora sí que vas a ser madre. Lo de antes no era nada.

Por suerte, aquellos que ya eran comprensivos y respetuosos previamente, lo siguen siendo ahora. Los que no sabían nada previamente, pero eran comprensivos y respetuosos en general, lo han sido ahora. Se agradece mogollón.

Y chimpún. La verdad es que no sé qué esperaba.

Así que si volviera back in time y pudiera darle un consejo a la pipiola que era yo con 29 años sobre esto de la infertilidad, le diría que como con cualquier tema espinoso de los que hacen pupa en el alma, tuviera mucho cuidado de a quién dice qué y seleccionara muy bien sus apoyos e intentara contenerse y disimular para con el resto. Que no actuara de forma tan inocente ni se expusiera innecesariamente, que se protegiera, que no buscara comprensión en quien no pudiera dársela y que procurara rebajar sus expectativas y cultivar el perdón, que los malos ratos se los va a pasar ella y no merecen la pena.

La vida era esto de aprender a toro pasado o ser reincidente, y yo voy repartiendo fifty-fifty.









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