jueves, 10 de noviembre de 2016

De repente

Ando un poco preocupada: Monica y Chandler se van a casar. Y ya me huelo lo que viene después.



Que estaréis pensando: "pues vaya descubrimiento". I know. Pero es que yo no he visto nada de las cosas míticas que se supone que uno tiene que estar viendo entre, digamos, los 8 y los 14 años, y no había visto Friends hasta ahora que me he enchufado Netflix en casa. Verídico. Lo único que me sabía de memoria de la serie era la canción del comienzo porque la aprendí en clase de inglés en el instituto.

So no one told you life was gonna be this way...tiquitiquitiquití.

Y ando enganchadita perdida. La quinta y sexta temporada me han hecho reír a carcajadas, aunque ahora Monica con tanta idiotez por la boda y tanto "Chandler, you are so sweeeeeet" se me está empezando a atrangantar. Rancia que es una. 

Por cierto, que Chandler se pone muy pancetas y se desmejora que da gusto con el paso de la serie. En algunos momentos me recuerda a Elvis en sus peores tiempos. Pobrete, algo pocho le pasaría, porque tiene como cara de estar chutado de antidepresivos o peor.

Aparte del tardío descubrimiento televisivo y las tardes de risas, Friends me está haciendo darme cuenta de lo viejuna que estoy, de cómo siento que me han caído 20 años de repente, de cómo se me ha escapado la primera juventud y la inocencia tan bonita que tenía yo a los 26. Cuánto lo echo de menos, es la mejor edad del mundo, la vida debería congelarse a los 26. Es algo que ya me llevo un tiempo rumiando, supongo que simplemente estoy en las últimas fases de salir a la superficie después de una temporada en las profundidades y la vuelta será apoteósica. Tengo como nostalgia permanente, pena por las cosas que no han sido. No sé cómo explicarlo muy bien. Bueno, sí, lo que pasa es que he empezado el post hablando de Friends y ya me he venido abajo para contar mis penas y me apetece más hacerme alguna otra pregunta existencial sobre los personajes. Veamos:

  • ¿Por qué Rachel sale casi siempre empitonada? Esos pezoncillos...¿o era el fashion style de los 90?
  • ¿Qué es de los trillizos de Phoebe? ¿Por qué es tan evidente que Phoebe es mayor que los demás?
  • ¿Por qué a Rachel y a Monica les crece el pelo al principio de la temporada 6? ¿Fue ese el comienzo de la moda de las extensiones? Comparen con la imagen anterior y juzguen por ustedes mismos. ¿Se trata de una estratagema de los directores para taparle los pezoncillos?

  • Hay un momento en el que Ross tiene #pelazo, ¿verdad? No sé, es que lo veo y me suena como música del Partido Popular de fondo: tinín, tinín, tininininini...


Por favor, que a nadie se le ocurra espoilearme el final de la historia. Todo a punta a embarazo a la vista. No hace falta ni confirmar, ¿verdad?


domingo, 16 de octubre de 2016

De vuelta...

No tengo perdón. Ni olvido. Más de tres meses con esta ventana cerrada, sin airear la casa, sin contar nada de lo que me pasa ni de lo que no. Que casi es lo segundo lo que predomina. 



Bueno, a lo mejor hoy estoy en modo agonías y de verdad verdadera que mi vida ha cambiado un poquitín desde el día 1 de julio, que se dice pronto, ya han pasado tres meses y medio desde la última vez que publiqué, señores. Va a ser que sí me he ido de vacaciones aventurillas con el parejo y que tenía previsto contarlo todo, con inicio de novela incluido, que en agosto estaba yo muy motivada para presentarme al premio Planeta y firmar en la Feria del Libro del año que viene. Así de fuertes y reveladores han sido mis vacaciones de este verano. Aunque de la novela no haya escrito ni una coma (aún). También es cierto que mis viajes por Europa se han intensificado, los de curro me refiero, y en lo que va de año he estado en 9 países, y me ha dado tiempo de repetir en alguno. Y oye, no voy a negar que he dejado de lamentarme un poco por las esquinas después de los 12 meses más tristes de mi existencia, aunque hay días en los que no me queda muy claro si es cosa del tiempo, de las hormonas, o simplemente de esa nostalgia que se ha atrincherado en mi corazón y ha hecho costra, días que me piden a gritos llorar bien alto acurrucada en el sofá con una mantita de las gordas encima, llorar hasta derrumbarme, llorar hasta reventar, llorar sin consuelo porque no hay consuelo posible, ni abrazos que me sirvan, ni ojos en los que reflejarme, ni ganas de compañía, ni lágrimas me quedan. 

Lo mejor es la lista de temas que metódicamente he ido anotando desde que empecé este blog, desde mis paseos y descubrimientos por esta granciudad que me mata cienes de veces y cada vez me engancha más fuerte, hasta los sentimientos que no me atrevo a plasmar, tantas cosas por contar... sin hilo conductor, un batiburrillo de chorradas varias mezcladas con retazos de una realidad que duele a ratos y saca una sonrisa re-torcida en otros, como la vida misma, al menos, como mi vida misma. 

Venga, le doy al botón de publicar con el firme compromiso de no dejarlo pasar tres meses más. 

Espero encontrarte al otro lado de la pantalla. 

viernes, 1 de julio de 2016

Hasta los ovarios profundos

Hoy vengo a quejarme. Necesito soltar.

Me ha costado decidirme a escribir una entrada tan personal, pero al final he pensado: "total, si no me lee ni perkins y asi me desahogo que me vendrá bien".



La ansiedad ha vuelto a mi vida. Llevaba unos años a raya y no la echaba nada, nadita de menos, pero la japuta no ha tenido este hecho en consideración y últimamente me visita en momentos puntuales. Y me lo hace pasar francamente mal. De momento, se presenta de noche y me quita el sueño. No me había pasado antes, a pesar de las preocupaciones siempre he dormido como un lirón. 

Conozco las técnicas básicas de respiración y todo el tema, pero no me funcionan. A lo mejor debería levantarme de la cama y ponerme a hacer yoga directamente, pero en esos momentos me siento ridícula por querer llegar a ese extremo. Me digo: "no hagas tontunas ni te vayas ahora a saludar al sol, que ya se va, ya se va..." Y no. Se queda. Nunca había tomado nada para calmarla, y recientemente he probado las pastillas de valeriana y he ido al herbolario a por comprimidos de efecto placebo. No me sirven, aunque me las chuto igual por si las flies. El asunto es hacerse adicta a algo.

Mi cabeza piensa demasiado y demasiado rápido. Mucha culpabilidad, muchos cambios en los últimos tiempos, mucha desilusión y pérdida de control de mi vida, para mí, que soy doña planificación y doña orden, y para más inri mari intensita.  



Objetivamente, las circunstancias no acompañan. Casi todo lo que de verdad me llena está patas arriba: mi parejo y mi pareja, personas a las quiero mucho y no estan pasando por su mejor momento, mi casa, mis planes de futuro. Estoy contenta a ratos, pero no feliz, no sé si me explico. Y no consigo centrarme, no saco las fuerzas que hacen falta para poner un poco de orden, priorizar e ir poco a poco solucionando lo que dependa de mí y dejar en manos del destino lo que no. Uffff.

Por otro lado, me siento muy sola. Echo de menos a los amigos y amigas de siempre, las risas despreocupadas, los planes divertidos. Por unas cosas u otras, algunas relaciones que realmente me importaban se han enfriado y la verdad es que ya hace un tiempo que me pesa. Imagino que a ellos también, que esto va en dos direcciones, y la falta de comunicación y los silencios, los cambios naturales de prioridades por los momentos vitales que atravesamos, duelen a ambos lados.

En todo este batiburrillo de mierdas varias, pues por supuesto que yo no he sabido gestionar bien lo que me ha ido viniendo. He puesto el piloto automático, modo survival on, y no he visto las señales ni he sido todo lo madura emocionalmente que debiera ni he atajado los problemas a tiempo. La he cagado mil con algunas actitudes, me ha podido mi dolor y he sido una egoísta. No he medido bien el impacto de mis hechos, no he sido capaz de hacerlo mejor, ni ha habido mala intención, pero los resultados ahí están y en fin, reparación no tienen porque no hay vuelta atrás.

Yo creo que es el peor momento de mi vida. Sin paños calientes, tengo ratos muy chungos. 

Necesito pasar a la acción, estoy paralizada. Y el caso es que se juntan tantas cosas, combinan tan mal con la apatía que me invade, que no sé por donde empezar. 

Estoy jodidilla. Ahí vamos.

lunes, 23 de mayo de 2016

No sin mis oros, antes muerta que sencilla

Me suena que alguna vez os he contado ya que viajo un cojón de pato por trabajo.

La gente suele pensar y hasta decir: "oh, qué guay, qué hipster, qué global todo, cómo mola tu rollo, eres la más mejor, me encantaría viajar por el world y encima topagao' como tú". Ains, pobres, yo también lo creía así y me engañaron, por lo que me veo en la tesitura de advertir a la chavalada: chatos, viajar por curro es una caca de la vaca que consiste básicamente en conocer todos los aeropuertos del maldito world con sus mismas tiendas duty free en las que tu mierdasueldo solo alcanza para mirar escaparates, y hacer jornadas maratonianas en hoteles impersonales donde te da igual estar en Kuala Lumpur o en el chiquipueblo, total, no ves la luz del día. 



Muy global como se puede intuir. Un poco asco además.

Y, por supuesto, no olvidemos la parte de pernoctar y echar de menos la almohada y los abrazos del parejo. No, que no estoy para nada positiva, siento que me están robando un valioso tiempo de vida.

En los hoteles soy bastante desorganizada. Esto lo he comentado mucho y hasta en una ocasión leí un artículo, parece ser que es un hecho común, que en casa ajena digamos que nos puede el desmadre. Casi nunca deshago la maleta, total, para uno o dos días, y desperdigo mis pertenencias por toda la habitación: los zapatos por aquí, el bolso abierto por allá, el cargador del móvil en una mesilla, el móvil en la otra, las gafas sobre el escritorio, el neceser donde caiga...muy locamente, marcando territorio, que se sepa que ese es mi espacio por unas horas.

Otra de mis manías es quitarme todos los complementos cuando estoy en la habitación, lo hago también en cuanto cruzo la puerta de casa: fuera reloj, pendientes, anillos, collares, pañuelos...me pesan de repente, en mis dominios agradezco la desnudez. Y los pijamas del comando antimorbo. 

Ahora que os he puesto en situación con mis parafilias y secretitos confesables, os podéis imaginar la estampa en la que estaba yo plácidamente durmiendo en una fría capital centroeuropea (habitación de hotel hecha unos zorros y bien calentita yo, tapada hasta las cejas y enfundada en mi pijama de borreguito) cuando a eso de las cuatro de la madrugada oigo a los lejos un "tiruriru, tiruriru" con toda la pinta de ser una alarma de incendios.



Pues no habré escuchado yo veces lo que hay que hacer en caso de incendio en un hotel. Ja. ¿No dicen que hay que salir de la habitación con lo puesto, lo más rapido posible? Pues yo a lo mío, siguiendo el orden natural de las cosas.

Lo primero, abrir la puerta de la habitación y salir incrédula al pasillo a comprobar que efectivamente es una alarma de incendios del hotel. Varias veces, en bucle: abro puerta, cierro puerta, abro puerta, cierro puerta...empanamiento a las cuatro de la mañana. Efectiviwonder, es una alarma de incendios, chatunga.

Lo segundo, pensamiento estratégico: "joder, joder, estoy con el pijama de borreguito blanco/gris de lavarlo con la ropa de color. Mmmm...mmmmm...no llevo sujetador, se me transparenta un poco el tetamen. ¿De verdad tengo que salir a la calle en plan comando antimorbo? Mmmm, espera, mejor llamo a recepción antes de hacer una estupidez y compruebo que es una alarma de incendios".

Teléfono, recepcion... ¿no suele ser el nueve? ¿Por qué no da señal el puñetero? A ver, que busco las instrucciones. Leñe, qué difícil sin gafas encontrar nada. Ah, aquí, que hay que marcar el 0 delante. A ver, 0 y 9, por fin, da señal. Mierda, no cogen. Pues va a ser un incencio, sí. Igual está ardiendo la planta baja. 

A todo esto, mientras, "tiruriru, tiruriru", la alarma incesante.

Tercer paso, me asomo otra vez al pasillo estilo vieja del visillo a comprobar que no estoy loca y la peña esta evacuando. Evacuar sola me da pereza. Mejor hacer el ridículo todos juntitos. Al otro lado del pasillo, una compi de curro bastante más avispada que yo, menos mal: 'shhhh, Lajis, que tenemos salir por patas ya, venga, a la salida de emergencia".

Y le pido un momentín. Con todo mi papo.

"Anda, chata, déjame un momentín, que tengo que coger unas cosillas".

Cierro la puerta de la habitación temblando, y pienso rápidamente y con una lucidez que asusta: "voy a pillar un abrigo para disimular las transparencias del pijama y voy a salvar alguna de mis pertenencias, si esto arde todo yo quiero tener conmigo mis anillos de casamiento".

Los anillos de casamiento, los oros, como las urracas.



Ponte a buscar los anillos de casamiento a esas horas, sin gafas, entre el desastre de la habitación y con la presión del "tiruriru, tiruriru" de las narices. Vamos, que te da un jari hasta que los tanteas en la penumbra y te los pones, el de pedida en la derecha y el de matrimonio en la izquierda, con el nombre del parejo en los dos mirando hacia dentro, como siempre los llevas.

Ele, ya estás preparada para lo que pueda ocurrir, con tu pijama antimorbo, las zapatillas de deporte, el abrigo bueno y los oros. Divina, como tú eres. Lista para desalojar.

Tu compi está flipando pepinillos en la puerta de tu habitación. "¡Vamos, vamos!". Es ella quien te guía por la salida de emergencia, que tú no riges. 

La recepción está a rebosar, hay de todo: desde el que sí ha hecho caso a las recomendaciones de seguridad y ha bajado en calzoncillos, hasta el que le ha dado tiempo a ponerse la gomina y vestirse para salir de fiestuqui. En lo que tú buscabas los anillos. Inquietante. 

Afortunadamente, el incendio está localizado y no es nada grave, un transformador eléctrico en la quinta planta del edificio, no ha afectado a otras estancias. En una hora está resuelto, despliegue de medios, bomberos, policía, el de recepción de un lado a otro, corriendo como las locas, como para coger el teléfono está el chaval. Menudo marrón de turno le ha caído.

Todo queda en la anécdota de una noche movida. Tardaré media hora mas que el resto de huéspedes en subir a mis aposentos, por eso de que no he cogido tampoco la tarjeta que abre la habitación y tendrán que hacerme un duplicado. Por suerte, suelo ser de sueño fácil.

Moraleja: en caso de emergencia, no se me ocurre a mí pensar en objetos tales como monedero con dinero, pasaporte, móvil, gafas, llaves de la habitación. No, con lo racional que soy, me puede el lado sentimental y pienso en lo único que si se quemara realmente me daría un disgusto, por ser irremplazable. No sin mis joyas.

Moraleja 2: el tiempo que tardé en reaccionar y rescatar los anillos, podrían haber sido unos minutos valiosos para salvar la vida si la cosa hubiera sido fea de verdad. Ole yo, que podría haber muerto calcinada, ahora bien, con los oros puestos.

martes, 10 de mayo de 2016

Mi primera lista VIP

Alguna vez me tenía que pasar. Les pasa a todas las blogueras con glamur

Que un día te levantas con estos pelos y en tu bandeja de entrada tienes un email en el que te piden tu nombre para invitarte a una fiesta VIP (léase biaipi).





Y te toca salir del anonimato, no les vale que digas que eres La Hipster o Lajis. Quieren hasta el apellido.

En el chiquipueblo estas cosas no me ocurrían. En el chiquipueblo no hay fiestas biaipi.

Pero en Madrid, en la granciudad, es otro tema. A diario hay eventos de esos en los que te invitan a gintonics del bueno, con camareros guapos y chicas monas, en localizaciones increíbles, como efectivamente y festivamente fue el caso de la reinauguración del NH Nacional. 

Para los que seáis como yo chiquipueblerinos y no sepáis de qué hotel os estoy hablando, quizá esta imagen del esquinazo de la calle Atocha con el Paseo del Prado os diga suficiente. 




No os voy a engañar, no sabía que este fue el tercer hotel en abrir sus puertas en Madrid, en 1925, cuando todavía circulaban tranvías por las calles y los cercanos Ritz y Palace ya alojaban desde hacía algunos años a los viajeros pudientes.




Tampoco tenía idea de que había cerrado en un par de ocasiones y aunque habré pasado por delante decenas de veces en los últimos meses, no había reparado en el uso del edificio. 

Aparecí por la fiesta sobre las ocho de la tarde con mi nombre como contraseña. Pude disfrutar de un cóctel de escándalo, música en directo, barra de gintonics y buena compañía. Risas, muchas risas, y la suerte de estar en un lugar tan privilegiado, con vistas, en pleno centro, como a mí me gusta. 

Es un poco mierder que por trabajo no me aloje nunca en Madrid, y por ocio me sabe mal gastarme los euros en pasar una noche de hotel tan cerca de casa, porque desde luego me parece una opción más que recomendable: localización excelente, bien comunicado, a escasos metros de la estación de Atocha, edificio representativo, instalaciones renovadas y cocina de calidad. 

Cuando sea rica y famosa, de mayor, pienso hacer dos cosas: ir a saraos de lunes a domingo y alojarme en los hoteles míticos de mi barrio, así, para probar y dar una opinión fundamentada. 

Va a ser lo más.




domingo, 3 de abril de 2016

El misterioso caso del gato maullando sobre el toldo en la calle Magdalena

El pasado jueves fue un día muy, muy especial. 

Cogí el metro. 

A lo loco. 

Ya os he contado que acostumbro a ir andando a todas partes. Es lo que tiene el centro de la granciudad, que apetece pasear e ir contemplando las ventanas con luz. 

Pero después de una durísima jornada de curro y de haber quedado con Lagalu81 en el Café Manuela en Malasaña (sitio que os recomiendo encarecidamente si no lo conocéis) para darle su patito y tomarnos un batido de fresas y un zumo natural de kiwi y manzana, no me sentía con ánimos de caminar media hora hasta casa.

Así que cogí el metro.

Y me adelanté de parada. 

Sí, no me pasé de parada, me adelanté. 

Soy lerder.

El caso es que oí el "tiruri, tiruri, próxima parada...", me hice mi esquema mental, y me bajé. No me di cuenta de que me había confundido hasta que no estaba en la calle. Y tardé un rato.

Menuda cara de gili que se me quedó. 



"Joder, joder... pa unas prisas"- pensé, con las ganas que tenía de meterme en la cama y dormir hasta el infinito y más allá- "Pues nada, enfilo la calle Magdalena y en un periquete estoy en casita".

Lavapiés suele tener jaleo: timbales, grupos de gente que habla alto en las terrazas... pero no recordaba yo escuchar gatos maullando como asustados. O como cuando están dos gatos enzarzados en una pelea, que tienen así como un maullido gutural. ¿Sabéis como os digo?

Pues además de los timbales y los grupos de gente hablando alto gritando en las terrazas, se escuchaba un gato maullando rítmicamente. Solo uno, con el dichoso maullido gutural. 

"Nada, que se habrán encontrado dos gatos callejeros y estarán peleados por alguna gata, que para eso es primavera"- pensé, como si esto fuera el chiquipueblo. 

En el chiquipueblo hay muchos gatos que se baten en duelo por las gatas. En en centro de Madrid, la verdad es que aún no he visto gatos callejeros peleándose. 

No sé, a veces tengo una lógica aplastante. 

El caso es que el gato de marras no paraba ni un segundo. Miaaaaaauuuuu, miaaaaauuu, cada vez más cerca. Cada vez más. Y yo mirando en todas direcciones, ni rastro del animal. 

Hasta que por fin, ¡chachán! ¡Acera cortada, intransitable, atestada por la multitud! ¡Patrulla vecinal al rescate!



Un montón de gente llamando "misimisi" a un precioso minino negro de pelo largo y ojos verdes que había tenido la genial idea de salir por la ventana de su hogar y pasar de balcón en balcón, hasta acabar en el toldo del comercio La Huerta de Almería, y ahí ya sí que ¡terror!, ni para arriba ni para abajo, no encontraba el pobre el camino de vuelta, y permanecía quieto cual esfinge, mirando con cara de flipado a la multitud agolpada a sus pies y maúlla que te maúlla. 



Los dueños del local estaban intentando rescatar al gato, pero no llegaban subidos al cubo de basura. La dueña del felino, nerviosita perdida, intentando subir a su piso a buscar una escalera y diciendo en voz alta: "¿Pero cómo ha llegado éste hasta ahí? Qué ideas...". Los viandantes opinando sobre la situación:

- "Uy, mucha precaución, que este gato como te acerques, te suelta un zarpazo y a ver"- la agorera hipocondríaca que no se debía haber fijado bien en la cara de acojone del bicho.

- "Tendremos que llamar a los bomberos"- la que siempre que hay ocasión quiere llamar a los bomberos, nos ha jodío, están muy güenos, señora.

- "¿Y si cerramos el toldo y así tenemos más margen para cogerlo?"- claro, y si el gato se precipita, pues nada, que para eso tiene siete vidas.

Menos mal que los dueños del local sacaron una escalera, momento en el cual abandoné la escena del suceso, deseando que tuviera un final feliz.

Porque los gatos de Madrid maúllan para ser rescatados de los tejados toldos. Y los vecinos se amotinan en las calles para ayudar (y cotillear).

Y la Hipster Lajis se vuelve a casa sonriendo por dentro y contenta de haberse confundido de parada de metro.


jueves, 3 de marzo de 2016

¡Viva el #patureo!

Ays, mis patitos de goma, ¡son tan majos! ¿Los habéis visto, verdad? Podéis seguir sus andanzas en mi cuenta de Twitter y en las cuentas de otros locos de atar como yo con el hashtag #patureo. 

Sois varios los que me habéis preguntado de qué va esto del #patureo, que yo creí que estaba más claro que el agua, y resulta que no, que para variar, me explico refatal de la vida. 

Todo empezó porque estoy intentado venirme muy arriba y hacer intentos de decoración de mi nuevo hogar después de la obra de El Escorial. Entonces se me ocurrió que unos patitos de goma serían monérrimos para la ducha, así todos junticos, y le envié al curro a mi cuac-si perfecto parejo un pack de 6 patitos de colores, con la intención de ponerlos en la ducha y punto. 

Pero el tema se nos ha ido de las manos, que para eso estamos nosotros como estamos. Nada de patos estáticos arrinconados, qué va, nuestros patos tienen carácter propio. Todas las noches la lían parda. No me dejan pegar ojo de las que montan, cada día es una movida nueva y una sorpresa que nos damos el parejo y yo. Uno de los dos, cuando el otro se ha ido a trabajar, cambia a los patos de posición y se inventa una historia.

Típica conversación mañanera del parejo y yo por WhatsApp:

- Gensanta (cara asustada). ¿Pero tú te has enterado del patiferio que han montado los malditos esta noche?
- ¿Qué me dices? ¿Ya están again?
- Uys, no veas, chato, lo de tonight es de órdago, nunca los había oído así... toda la noche alterados, la de hoy ha sido muy gorda.

Y a la vuelta del curro vemos cómo han evolucionado las aventuras de los patos y nos reímos juntos.

A los patos les ha pasado de todo desde que habitan en nuestra ducha. Ha surgido el amoooool, la parejita ha intentado buscar sus momentos de intimidad, los invitados a la boda han seguido la juerga y han terminado refatal bailando "Patito El Chocolatero", ha aparecido un dicpator que ha tomado el control momentáneamente y después ha sido derrocado por una revolución patuna en toda regla... en fin, digamos que tienen una vida ajetreada.






Y lo último ya es que la ducha opresora se les ha quedado pequeña, y un día descubrimos que... ¡nos faltaba un pato! Se fue el dicpator a London, a la grancity, a explorar. Desde entonces, otros han tomado ejemplo y los muy patos se han dedicado a paturear por otros enclaves estrátegicos, tratando de comenzar una expansión patuna que nos librará de los males de la humanidad.



El colmo es que han encontrado una forma de comunicarse entre ellos, y otros patos de otras casas también han empezado a escaparse de las duchas, bañeras, estanterías y cajas de juguetes y han empezado a tomar la granciudad. ¡¡Es muy fuerte!!




¡Cuánto molaría un nuevo gobierno patuno! Patos en todos lados, historias patunas everywhere. ¿A que sí? 

Pues para eso solo se necesita un patito de goma (o varios, que esto es un vicio) y ganas de sacarlo a pasear y hacer fotos e inventarse historias. Las risas están aseguradas y a mí y a otros crazypeople nos encantaría ver cómo el buen rollo se apodera de la granciudad y de los rincones en los que estéis.

¿Os apuntáis al #patureo? :)







lunes, 15 de febrero de 2016

El secretito de la calle Cedaceros

Lo que hoy vengo a contaros no será ninguna novedad para los lectores de Madrid de toda la vida y tampoco para los que hayáis escuchado mi participación junto con otros blogueros madrileños en el último programa de Podcastizo, donde adelanté la primicia. 

(¿Qué me estáis insinuando? ¿Que aún no habéis oído la dulce voz de La Hipster? ¿Os habéis perdido ese momentazo en el que cojo el micro y no lo suelto, que está claro que yo fui a la radio a hablar de mi libro? Estáis a tiempo, chatungos, pinchad en el siguiente enlace y pasad un rato divertido conmigo misma, y también con De Madrid a la Nube, CAvilesPhoto, Ana Villamuelas y Madrid es Cool, entrevistados por Podcastizo: La Hipster habla en la radio aquí).

Desde que abandoné el chiquipueblo, bendita la hora, voy a todos los sitios andando. 

En el chiquipueblo para ir a cualquier lado interesante había que coger el coche. En la granciudad solo necesito calzado cómodo y abandonar la pereza en una de las cajas de mudanza que hay esparcidas por mi casa.

Y en mis paseos por Madrid tengo una máxima: ir pendiente de los detalles y los edificios, imaginarme historias peregrinas y cotillear si veo una ventana con luz. 

Una de las calles por las que paso a menudo cuando pretendo enfilar la Gran Vía es la calle Cedaceros. A lo mejor a vosotros también os pasa, yo suelo tener preferencia por una acera, en Cedaceros es la de los pares, así que aprovecho para mirar absorta la de los impares. 

Iba con el parejo un día y, de repente, caigo en este edificio:



- Shh, shh, parejo, ¿has visto ese edificio? Ostras, qué raruno, qué portón de madera, qué ventanas... ¿Quién vivirá ahí? Parece que no tiene telefonillo... Espera, que hay una placa en la puerta, ¿cruzamos?

Y cruzamos a cotillear la placa, dorada, con letra a lo elegante, reza algo así como: "Sociedad de Amigos del Teatro de Variedades".

- ¡Venga ya, parejo! -yo ya estaba riéndome a carcajada limpia- ¿Teatro de variedades? Gensanta, si eso ya no se estila. Me vas a decir tú a mí que la Sociedad de Amigos del Teatro de Lina Morgan- no sé por qué yo oigo la palabra "variedades" y se me viene a la mente el programa "Noche de Fiesta" de La 1- tiene pasta para un edificio de este calibre en el centro de Madrid. Venga ya, venga ya... ¡es una tapadera, está clarinete! Esto es un club de swingers, amore, si no lo sabré yo, un club de parejas liberales y ese rollo. Que me los conozco guay y tiene toda la pinta...

- O peor, un lugar de rituales satánicos y orgías a lo "Eyes Wide Shut" - el parejo es que además de estar to güeno es muy listo. 

Ahí quedó la cosa. 

Después de un par de meses, volvimos a pasar por Cedaceros con dos amigos muy amantes también de la truculencia. Y había una luz roja, ¡roja!, en el interior de una de las estancias. 

- ¿Pero de verdad vosotros os creéis lo que pone en la placa? Hombreya, que no, que ahí dentro ahora mismo se está celebrando una bacanal. 

Mi amigo, que es un cachondo:

- Tía, ¿cruzamos, llamamos al telefonillo y decimos la contraseña para que nos dejen entrar a ver qué se cuece? Seguro que la contraseña es "antimonio".

Jajajaja, antimonio. 

Ahí quedo la cosa. 

Hasta que un día, en un descanso del curro, cuento la historia de la Sociedad de Amigos del Teatro de Variedades a unos compañeros. Y una compi muy madrileña de forever:

- Hipster, ay, que creo que sé de qué edificio me hablas. Que en esa calle hubo un cine muy chulo, el Bogart.

Y en un momento, los móviles ardiendo y todos googleando (¿cómo no se me ocurrió antes?) y, efectivamente, donde antaño estuvo el cine Bogart, hoy está el Club Bogart, juzguen por ustedes mismos:



En su cuenta de instagram, se definen como un "santuario para caballeros ociosos". No digo más. 

Teatro de variedades lo llaman ahora. Qué modernez. 

Si es que tengo un ojo...


P.D. Por cierto, gracias a la ventana en el tiempo De Madrid a la Nube, he descubierto que en algún momento fue el Cine Panorama. Pinchad aquí para descubrir la foto. 




domingo, 7 de febrero de 2016

El consultorio sentimental de La Hipster en Podcastizo

Hola, corazones:

¿Habéis escuchado alguna vez eso de "consejos vendo, para mí no tengo"? Pues eso es a lo que me voy a dedicar de ahora en adelante, que ahí hay mercado, al coaching sentimental.

Con esto de que últimamente la vida virtual me da más alegrías que la de verdad, la de carne y hueso y lágrimas y días de sol de invierno, me he aliado con una panda de frikis increíbles de majos, con mucha más experiencia que yo en batallar con la granciudad, y que se marcan podcast de cinco horas hablando de Madrid y lo que se tercie, y se les quedan cortas. Os hablo de Podcastizo, los chulapos de las ondas, adaptados a los nuevos tiempos además en Twitter.




¿Qué ha pasado? Pues que nos hemos hecho #muyfans mutuamente y me invitaron a uno de sus programas, que espero que podáis escuchar prontito, junto con otros cracks madrileños que saben mucho de planazos, fotografía e historia. Y la menda ahí de figuranta.

(¡Oh, sí, la voz de La Hipster! Que os conozco y sé que estáis flipando mazo con el tema. Sí, chatungos, sí, vais a poder escuchar en breve mi voz aterciopelada).

Claro, estaba cantado, vosotros probad a juntar a unas cuantas mentes brillantes en un espacio cerrado, egos indomables micrófono en mano, y ahí la entropía se dispara y puede ocurrir anything. Y ocurrió, ocurrió que para variar se nos fue mucho la pinza y vamos a colaborar y lanzar un par de secciones nuevas en Podcastizo. 

Han oído bien, señores, no una, sino dos nuevas secciones en el podcast de moda en la granciudad, destinadas a ofrecer servicios de primera necesidad al madrileño de a pie (y a los no madrileños también, of course).

Redoble de tambores (o timbalada, que está in desde que gobierna Carmena): en breve podrán disfrutar de la sección "Mamá, quiero ser hipster" (o similar, el nombre está aún por definir), en la que La Cool, una tía que del hipsterio controla mogollón, me ayudará a acelerar mi proceso de conversión a la modernez. Desde aquí y desde ya, gracias, chatunga, qué sufrimiento tenía y ahora por fin visualizo la luz al final del túnel. Y, cómo no, también de "El consultorio sentimental de La Hipster", donde una servidora escuchará vuestras dudas, ruegos y preguntas relacionadas con el mal de amores, y será un hombro amigo en las noches solitarias, una caricia directa al corazón, un pozo de sabiduría de las relaciones personales.




Bueno, a lo mejor no es así precisamente. Pero prueben, prueben... anímense a abandonar el Tinder, el Badoo, el Madison no sé cuantitos y los locales de dudosa fama a las tantas de la mañana. Dejen de pedirle consejo a la suegra, que siempre va a ponerse del lado oscuro, parecen ustedes nuevos en la materia. 

¿No sabes cómo decirle a tu churri que su pijama de borreguito sí, es muy mono, pero forma parte del comando antimorbo y a ti el borreguito lo que es calentarte, como que no? ¿Quieres sorprender al parejo y si le llevas a alguna tetería más de esas cuquis con papel pintado de flores temes que a) le de un jari o b) se adhiera a lo fashion y se quiera transformar en tu personal shopper, y para qué quieres más, así que necesitas un plan mucho más friki y no sabes ni por dónde empezar, que tú eres muy del Barrio Salamanca y él muy de Vallekas? ¿Necesitas pedir perdón, has metido la pata hasta la ingle interna, y lo más literario que te sale a ti es un "cariño, otra vez te he hecho lentejas para cenar, que me salen mu ricas"? ¿Te acaba de dejar tu novia de toda la vida y te ves con treintaytantos más perdido que yo misma en el stand de Tous del Cortinglés y te vendría fetén saber dónde se reúne la juventud para ligar o frunjir o lo que surja?

¡Ya estás tardando, si es que estas cosillas del amor nos pasan a todos! Escríbenos a oyentes@podcastizo.com, mándanos un twitt con tu consulta (La Hipster y Podcastizo) o deja un comentario en este post, y no te defraudaremos. Prometido, no estoy cruzando los dedos ni ná.

¡Atentos a las ondas! 

miércoles, 3 de febrero de 2016

Cabeza de Calabaza, una tienda de sombreros molona en Malasaña


No soy para nada fetichista. 



Aunque tengo predilección por algunos objetos. Me encantan mucho los zapatos, no es que sea una loca que coleccione sin ton ni son, porque no me da el mierdasueldo más que nada, pero siempre, siempre, compro zapatos de piel "buenos": los que tienen tacón los guardo en su caja bien empaquetaditos y, ¡ele!, al armario a la zona de nunca poner (y menos ahora que necesito calzado cómodo para patearme Madrid) y los de sin tacón, los planos, planísimos, a machacarlos hasta que ya no haya por dónde pillarlos o la fascitis plantar los destierre de mi vida. 

Lo mismo más o menos me sucede con los bolsos. Grandes y de piel, no admito variantes. Excepto un bolso chiquitín que acabo de rescatar y era de mi madre, calculo que comprado en el año 1996 (repite conmigo, vintage, vintaaaaage), que siempre me había parecido viejuno y ahora me encanta con sus hebillas doradas. Definitivamente, me estoy haciendo mayor. 

Y los relojes de hombre. Me quedo embobada mirando los escaparates de las joyerías y me pirran los de esfera grande, plana, blanca, con correa de piel. Vamos, el reloj de caballero de toda la vida de Dios, el de abuelo. 

También me flipan las gafas. Las de sol, las de ver y las pixeladas. 

Vamos ya, a quién pretendo engañar, que soy una fetichista de manual.

Y dentro de mi fetiche, hay dos prendas que me trastornan. Las capas y los sombreros, todo muy barroco. 

Capa no tengo ni he tenido. Creo que no cuenta como capa el poncho de rayas que olía a llama de mi adolescencia. Otro día os hablaré de él en más detalle. Ahora bien, el sombrero, ¡ay, mi sombrero! Pero cómo me gusta que hayan vuelto a ponerse de moda y se vean por la calle de todas las formas y tamaños.

Ya iba yo fijándome en el hipsterio de la granciudad, que las chicas monas llevan su sombrerito, y se me antojaba uno. Y apareció el parejo por mi 31 cumpleaños y entre los pre-regalos que se marcó, me cayó un vale de regalo por un sombrero de la tienda más molona, Cabeza de Calabaza.



Cabeza de Calabaza está en la Calle Palma, en pleno barrio de Malasaña. La dueña del negocio se llama Irene, y es mas maja que las pesetas, siempre se está riendo. Y a lo que se dedica Irene es a hacer sombreros y tocados a medida de sus clientes. No os vayáis a pensar que son sombreros normaluchos, grises y anodinos, qué va, son de los que te para la vecina cuando te ve para decirte qué guapa vas (basado en hechos reales). La personalización es absoluta: puedes escoger el tipo de sombrero, la tela, el color, la decoración...e Irene se encarga de tomarte las medidas y de confeccionar el sombrero a mano. 



 

Siempre había pensado que mi primer sombrero sería uno estilo años 20, supongo que influenciada por la imagen de Angelina Jolie en El Intercambio. Sin embargo, me decanté por un modelo bien diferente, un sombrero floppy mucho más sesentero, así de ala ancha y ondulado. 


El mío es en color topo y con una trenza como adorno, y me tiene enamorada perdida. A mí y a todo el que me ve con él, no os imagináis cuántas personas me han preguntado qué dónde lo que comprado, porque es precioso. 

Así que, mi recomendación: un día de estos de malasañear, aprovechad para visitar el taller de Irene y probaros alguno de los sombreros que tiene. 

Si os resistís y salís de la tienda con las manos vacías, me lo contáis. Que no me lo creo.