martes, 21 de julio de 2015

Un domingo cualquiera

Me he pasado con la modernez. 

Es la calor, que no me deja pensar con claridad, y así nos va, que te despiertas un domingo a una hora prudencial, de esto que el parejo se pone perezoso para ir a por el pan para las tostadas mientras la menda se da una vuelta más en la cama y cierra el ojo con la esperanza de dormir diez minutejos extra, y al final resuelves que sin pan no hay desayuno, y que total, ya que nos ponemos, si hay que salir, pues en vez de ir a por pan nos acercamos a la Casa de la Torrija que es un paseo de nada y ele, nos homenajeamos con una torrija en pleno mes de julio y que nos quiten lo bailao, majos. Es lo que tiene vivir en la gran ciudad, que hay torrijas en julio.

Estamos fatal de lo nuestro. Y la Casa de la Torrija cierra los domingos, que parecemos nuevos.

Que no cunda el pánico, habrá un plan B en pleno centro. Con un poco de suerte, encontramos sitio en la novena del Cortinglés de Callao y disfrutamos de las vistas. Pues sí, sitio habría, pero a partir de las 11:00 h que es cuando abren los domingos. Y nos rugen los estómagos y falta media hora. 

Venga, crucemos la Gran Vía y buscamos otro sitio por Malasaña. ¿Dónde, dónde podemos desayunar, coñe, que en el chiquipueblo había dos bares pero aquí no nos aclaramos?

Y aunque no es el mejor momento, aunque nos hemos lanzado a las calles sin ducharnos siquiera, aunque tenemos las legañas pegadas al ojo y pintillas zarrapastrosas y pocos ánimos pal amooooooor, se nos ocurre que hemos leído por ahí que la cafetería del Museo del Romanticismo (C/ San Mateo) está muy requetebien y para allá que vamos.

Y el Museo del Romanticismo nos recibe con esta estampa.



Y, efectivamente, está muy requetebien. Una tarta de frutos rojos que quita el sentido, un jardín con hortensias en flor, unos camareros simpáticos, un oasis en pleno centro. Diez euros exactos la cuenta para dos.

Me cambia la cara, se me quitan las penas. Esto es empezar bien el día. Ni legañas, ni pintillas, el parejo y yo estamos güenísimos, hombre ya. 

Nos venimos arriba. La gran ciudad es lo mejor que nos ha pasado. ¡Qué vivan los domingos y las fiestas de guardar! A la tarde nos tocará currar como borricos en las obras de El Escorial de nuestro piso que no se acaban nunca, pero por la noche podemos irnos al Cine Doré, que echan una de miedo de los 80.



¿De miedo? Una de la Toston Pictures que nos tragamos, como diría el parejo. De esas sin banda sonora ni na, nosotros que llevábamos las patatuelas en la mochila para ronchar un poco durante la sesión. Nos habrían chistado fijo.

Lo dicho, nos hemos pasado con la modernez.

Pero no quiero el chiquipueblo de vuelta ni regalao