martes, 30 de mayo de 2017
¡Ahoi! O cómo navegar con cierto glamour y mínimo presupuesto
Este último año ha estado lleno de revelaciones y hallazgos. Algunos han sido una puñetera mierda y luego está el maravilloso hecho de he descubierto que yo he nacido para practicar dos deportes: el esquí y la navegación.
Olé mis cojones mañaneros, con perdón.
Del extrarradio a la élite social, ascensión meteórica. Conste que siempre tuve la sospecha de que yo no era tonta, sino pobre.
Y como parejo se entere de que a lo que hago yo en el barco- que no es otra cosa que leer al sol y sacar aceitunas- le llamo deporte, vamos a provocar una discusión.
Esquiar parece que es un deporte muy practicado y, en cambio, hasta enero no lo había probado nunca. Y al cuarto y último día de práctica ya era el terror de las pistas verdes. Ahora bien, cuando parejo y yo contamos que nuestro plan de vacaciones es irnos a navegar, la gente suele mirarnos con cara de "¿pero que me estás contando, Mari?".
No lo dudes, si en los guateques te vienes arriba con el "yo no soy marinero, soy capitán, soy capitáaaaaaan", si te sientes un lobo de mar aunque tus piernas siempre pisen asfalto y mires con respeto a las barcas del Retiro, o si sueñas en secreto con irte a recorrer el Pacífico Sur y dejarlo todo atrás en un arrebato, este post te interesa profundamente.
Empezando por el principio: ¿qué necesitas para navegar?
Pues lo básico, una licencia y un barco. Desafortunadamente, la cosa está muy seria y no vas a poder llevar un barco sin licencia. Para embarcaciones de recreo hay de varios tipos, que tienes que ir pasando como en un videojuego, nivel a nivel, en función del tamaño del barco que quieras llevar y la distancia que puedas alejarte de la costa.
Obtener esta licencia supone pasar unos exámenes teóricos y hacer unas prácticas. Si además de embarcaciones de motor quieres llevar un barco a vela (que mola muchísimo más en mi opinión), tendrás que habilitarte para ello pasando unas pruebas extra. Una vez que hayas aprobado el examen teórico y hayas hecho las correspondientes prácticas, te van a dar un carné muy chulo que podrás lucir con orgullo. También sabrás un montón de vocabulario infernal muy útil tanto para la navegación en sí misma como para lucirte escribiendo poesía. Todo son ventajas.
Precio de la licencia: lo que te cuesten los derechos de examen si vas por libre (unos 70 euros si no me falla la memoria) y el precio de las prácticas, que ronda los 400 euros. En total, calcula unos 500 euros para incluir el coste de los libros que puedes conseguir de segunda mano y que necesitarás para empollarte el temario.
Más barato que el carné de conducir y mucho menos amortizable, todo sea dicho, pero que te quiten lo bailao, a ver quién es capitán.
No puedo decirte lo que cuesta si decides ir a academia, porque parejo se sacó las tres licencias que tiene por libre y ahora su nivel es "puedo coger un barco tan grande como yo quiera, cruzarme el Atlántico y decirte nuestra posición mirando las estrellas en 4 horas y con una precisión de 30 millas náuticas".
Yo no tengo el carné de barco, ya sabéis que llevo fatal la incertidumbre.
Ya tengo licencia: ¿ahora qué, puedo navegar sin arruinarme?
Bueno, esto depende de tus expectativas. Y de tus ingresos (obvio). Y de cuántos amigos puedas engañar para unirse a tus aventuras. Y de si vives en una ciudad costera con buena oferta de alquileres de embarcaciones. Te aseguro que si eres un poco romántico y no asocias navegar con ir en un yate a todo lujo, champán y piscina en cubierta, algo puedes hacer.
Parejo y yo hemos navegado tres semanas completas en nuestra vida, así que tampoco estoy en posesión de la verdad absoluta. Dos veces hemos alquilado un velero en una empresa de chárter en Ibiza y en otra ocasión alquilamos a un particular en Barcelona a través de una aplicación que es como el Airbnb de barcos. El tamaño del barco era similar, con capacidad para 6 personas (8 apretados).
Precio del alquiler de un barco: en temporada baja (Semana Santa) en Ibiza hemos pagado alrededor de 1300 euros por 8 noches. Súmale el hacer una compra de comida y bebida en el súper, lo que gastes de gasolina (nada exagerado si intentas navegar lo máximo a vela, quizá unos 70-80 euros en la semana completa), la tarifa de las noches que pases en puerto que no sea el del barco (variable en función del nivel del puerto y la temporada) y el precio del transporte para llegar al lugar donde alquiles el barco si no es tu ciudad de residencia.
En Barcelona alquilamos en pleno agosto y el precio subió un poco (20%), fueron 9 noches y también es cierto que el barco estaba en peores condiciones.
Desde luego, no son unas vacaciones baratísimas, pero tampoco es un precio reservado a unos pocos privilegiados. De hecho, si os juntáis una pandilla, el precio baja rápidamente al dividir el alquiler del barco entre 6.
¿Qué puedo esperar por esos precios?
Aquí es cuando te cuento la verdadera de lo que es navegar como lo hacemos nosotros, más allá de los atardeceres espectaculares, las calas desiertas y la soledad del mar. ¿Preparado para la parte menos glamurosa?
En general, los precios en temporada alta (julio y agosto) se desmadran y pueden ser el triple de lo que cuestan en temporada baja. Lo malo de la temporada baja es que la temperatura del agua no está para muchos baños, así que si eres especie de remojo, puedes acabar muy frustrado.
Nosotros siempre hacemos vida en el barco, no nos vamos a un hotel y tenemos el barquito disponible para dar un paseo: dormimos en el barco, cocinamos en el barco, comemos en el barco. El espacio de un velero es muy reducido. No imagines grandes comodidades en los camarotes, baño o cocina. A los camarotes se entra a gatas, la cocina tiene lo básico (una nevera, un horno de gas, un par de fuegos) y la ducha del baño suele ser el grifo del lavabo que es extensible y la zona de ducharte, el propio baño en sí mismo. Vamos,que se asemeja bastante a un camping flotante. Mejor ir con personas con las que tengas confianza y la convivencia sea fácil; no me quiero ni imaginar lo que tiene que ser estar en un barquito con gente malhumorada o poco dispuesta a ser flexible.
Si quieres ahorrar en amarres y tu idea es hacer alguna ruta más larga, tendrás que dormir fondeado en lugar de en puerto: vamos, que cuando se aproxima la noche, echas el ancla en una zona abrigada y te encomiendas para que el mar esté tranquilo de madrugada y no tengas que dormitar escuchando los golpes del agua contra el casco. Por supuesto, si haces noche fondeado, olvídate de darte una ducha "cómoda" en los baños del puerto; tendrás que apañarte con el equipamiento de a bordo. Puede compensarte la vista de las estrellas apartado de toda civilización.
Para comer: cosas sencillas, mucha comida fría y algún que otro precocinado. Cocinar algo muy elaborado en el barco puede ser complicado si las condiciones meteorológicas no acompañan, mejor tener disponible un plan B. Lleva siempre suficiente agua.
Para muchas personas es inevitable marearse. Hay muchos trucos y medicación que pueden ayudar. El mareo se suele pasar y, curioso el cuerpo humano, se invierte: después de estar largo tiempo en el mar, se tiene como sensación de irrealidad al pisar tierra firme.
Es recomendable que más de una persona tenga nociones de navegación en el barco. Yo soy un poco cero a la izquierda y alguna vez nos habría venido bien que entendiera más rápido una instrucción o supiera reaccionar en una situación concreta.
Paciencia: la vida a bordo requiere mucha paciencia. Se depende del estado de la mar, de los vientos... no te extrañe si tienes que modificar tu ruta o tus planes. Es parte del encanto.
¿Compensa?
Hombre, pues eso ya depende de cada cual. A mí sí. No son unas vacaciones de lujo, probablemente por ese dinero puedas ir a un hotel bueno con todo hecho; no obstante, es una experiencia diferente y una desconexión absoluta del mundanal ruido, de la rutina, otra vida. Los paisajes y momentos que hemos pasado en un barco no los voy a olvidar nunca: los colores del mar al atardecer y al amanecer, el cielo por la noche, la soledad y el silencio, los retos cuando algo se tuerce y tienes que improvisar, el viento soplando las velas, lo bien que saben unas anchoas cuando llegas a tierra después de 3 días... Y eso que, en concreto, en las vacaciones que hicimos entre Barcelona y Gerona fueron un compendio de catástrofes. Pero regresamos sanos y salvos.
Por este año nosotros nos damos por satisfechos, tenemos otros planes para el verano, pero para el próximo ya estamos maquinando un destino y ruta. Esperemos que la suerte acompañe y podamos llevarlo a cabo.
Si eres de espíritu aventurero (que no es mi caso) o eres capaz de sumarte al entusiasmo de alguien que lo sea, desde luego, tienes que probarlo. Ya te advierto que navegar engancha y es fuente de gran inspiración: de uno de los viajes volví con una idea muy clara en la cabeza para mi próxima y primera novela que tendría que estar firmando ahora mismo en la Feria del Libro.
A ver si para el 2018, que en este asunto sí tengo un retraso.
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